A los ocho años de edad supe que mi pasión en la vida, sería viajar. Por primera vez, a tan corta edad, sentí la paz que te puede trasmitir conocer un nuevo lugar, las vibras, la cultura y la filosofía de ser feliz de cada persona que conocí en ese viaje.
Sé que en muchas personas existe esta pasión. Esta llama por viajar crece y no hay manera de extinguirla porque cuando quieres parar sientes un vacío dentro y sabes que quedándote en tu sitio de confort no eres feliz. AIESEC me ayudó a redescubrir esta pasión y a enfocarla en hacer que viajar valiera la pena.
El alma es inquieta, siempre está pensando a dónde ir, cuándo será el próximo viaje, qué aventuras y nuevos retos enfrentarás. Cada experiencia, cada persona que conoces va construyendo, y llenando tu vida. AIESEC contribuye al desarrollo de las personas de manera que, nunca imaginas qué puede llegar a pasar hasta que tomas la decisión de hacer un voluntariado.
Y es entonces, cuando tomas la aventura, que la memoria de tu cámara está llena, la de tu celular igual pero no quieres borrar ninguna fotografía. Porque todas las personas que conoces, el impacto que hacen en tu vida y tú en la de ellos, la manera de crecer personalmente en seis semanas…es increíble. Al final sabes que de todas maneras sabes que los ojos son las mejores cámaras fotográficas y que tu cerebro es la mejor memoria SD que puedas tener.
Muchas personas te dirán que lo que haces es una pérdida de dinero y tiempo, que con el dinero invertido puedes comprarte una casa o un carro nuevo, pero tú bien sabes que son cosas materiales y vánales, que la felicidad se alimenta de viajar, de olores, sabores y colores. Muchos otros pensarán que lo haces por moda pero, viajar no es una moda…es una pasión.